La primera y única vez que oí la palabra “mendacidad” siendo un niño, fue en 1958 viendo “La gata sobre el tejado de zinc” basada en la mítica novela de Tennessee Williams, con dos grandes del momento, Paul Newman y Elizabeth Taylor. Dado que no era y sigue siendo una palabra de uso frecuente, no comprendía exactamente su significado, aunque medio pude adivinarlo por el trasfondo de lo que pasaba en la pantalla. Pero como siempre he sido una mente inquieta, fui corriendo en busca de mi modesto diccionario y cuál fue mi sorpresa, que en el no venían todas las palabras. Y como un niño que era, ahí quedo la cosa.
Años después al volver a ver dicha película, me vino al recuerdo que desde entonces nunca me volví a interesar por su significado. Y acudí de nuevo a consultar, pero esta vez ya había procurado agenciarme un diccionario enciclopédico por fascículos. Esta vez no me quedaría sin saciar mi curiosidad y leí lo siguiente “Hábito o costumbre de mentir”.
En mi infancia mentir era pecado y había que procurar a toda costa no mentir y eso que se trataba de un “pecado venial”, es decir que puede ser perdonado a través del sacramento, eso sí, con su riguroso examen de conciencia, y posterior confesión. En la escuela también se nos bombardeaba constantemente con conceptos morales que a tan tierna infancia, no tendríamos porque comprender, entre ellos la mentira. Nunca podré olvidar como una profesora nos aleccionaba cada dos por tres, con aquello de “Si mientes, al primero que engañas es a ti mismo” y así creí en ello hasta que años más tarde, un buen amigo y mejor persona me dijo “Si vas a mentir porque no te queda más remedio, lo primero que tienes que hacer, es creerte tu propia mentira”.
Pero fue a través del cine nuevamente, cuando comprendí nuevos aspectos, como el perjurio: acción de jurar en falso, en “Testigo de Cargo” (1957) del gran Willy Wilder, con Tyrone Power, Marlene Dietrich y Charles Laughton y que si pillaban a algún testigo mintiendo, tendría una mayor condena y que esta no era perdonada como en la iglesia.
Con “La calumnia” de 1961 con Audrey Hepburn, Shirley MacLaine y James Garner, comprendí cuánto daño se podía hacer con la mentira. Y también aprendí con las comedias de enredo, como las “mentirijillas” te permitían no decir la verdad, sin causar ningún daño, ya que todas terminaban bien, sobre todo si eran comedias de enredo románticas. Y por último están las mentiras piadosas, aquellas que se decían en el cine bélico cuando el compañero de armas estaba a punto de morir, “Johnny tranquilo, te vas a poner bien”.
Y ustedes se preguntarán ¿Qué a donde quiero llegar? Pues bien, a donde quiero llegar es a preguntarles si alguien sabe ¿Cuándo la mentira dejo de tener el valor negativo que tenía y paso a ser algo admisible y tolerado de forma tan descarada en esta sociedad? Al final va a ser verdad aquella frase del famoso protagonista de la serie el Dr. House, que proclamaba “Todo el mundo miente”. Y yo añadiría, todo se justifica.
La raíz de los males que nos aquejan es, que somos una sociedad mentirosa, porque la toleramos y la justificamos. Vivimos instalados en la mentira y no solo nos creemos las mentiras de los demás, sino que somos cómplices al creernos también las nuestras y por ultimo les recuerdo que las personas de buena fe no necesitan mandamientos de Dios ni leyes de los hombres, para distinguir lo que está bien, de lo que está mal.
Lo más horrible que he podido observar en esta nueva "cultura de la mentira" es la cantidad de gente que necesita que les mientan para poder soportar la ruin realidad en la que se encuentran. Necesitan que las mientan para poder vivir. Lo que me recuerda también otra película “Johnny Guitar” de 1954 con Joan Crawford y Sterling Hayden, donde el le pide a ella que le mienta.
José María Balsera Fuentes y Enrique García-Moreno Amador
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